Me sentí como el último idiota en darse cuenta de una broma, como si pasara por delante de un escaparate en una calle llena de gente y me percatase de un muñequito de "inocente, inocente" grapado a mi espalda, con la sangre brotando hasta la cintura y la expresion de mi alrededor con semblante de "¿cómo no lo has visto venir?". Encendí el cigarro y aporreé el teclado furiosamente, sentía ganas de bajar a la calle y darle una paliza al primero que me pidiese fuego, quemar puentes, mandar a la mierda todo lo que me recuerde quien soy, y esconderme detrás de una barba y no ducharme en años. Quería apatía, y quería sufrimiento ajeno, porque ese momento llegaría y yo debí haberlo asimilado antes. Pero ahora solo quería humo, quería dormir y quería romper muebles a golpes... y lo escribí, y me miré sin espejo... y me ví como un cretino, como el peor de los gusanos infectos de ira que había conocido, y me desconocí y sorprendí de mí mismo. Y quería amar y odiar y foll***e al mundo sin respeto, haciendole sufrir.
Y entonces te olí en mis manos, estabas en mi pecho, como siempre hubieses estado ahi. Y respiré profundamente. Y era reconfortante. Y todo lo demás paso a tener una importancia nula. Y me fui al trabajo como una buena zorrita del sistema, a ganarme el sueldo y a sonreír, gratificantes palmaditas en la espalda...
Que te den, mundo, yo me bajo aquí.
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me hace gracia lo de "zorrita del sistema" suena demoledor, triste y lascivo.
ResponderEliminarTú tranquilo, los sentimientos de odio, rabia, frustración, y ganas de tirar la mierda que nos acompaña por la ventana, sirven para constatar que somos humanos aun, de no padecerlo, estaríamos muertos. Saborear la carroña existencial nos hace también tener paladar para catar con más gracia los buenos tiempos.
Es lo que hay.
Hazte un kit-plus de instinto de conservación pues.
Un saludooooo