jueves, 1 de julio de 2010

Cuando hay verso, sé lo que hay...

Abrí la puerta y me tambaleé hasta la habitación, "Hola, familia" y cerré la puerta, abrí la ventana y apagué las luces de todo excepto del ordenador. Puse música, hasta eso me molestaba, pero durante esos días estaba pasando por momentos de estrés de todo tipo, un exceso de sensibilidad a cualquier estímulo externo, supongo. Me senté y no pasaron ni cinco minutos hasta que abrí la pestaña de "nueva entrada" saqué el cigarro pero no lo encendí, botando el filtro contra el escritorio, miré mi habitación y no había un solo objeto que sintiera mío. Un hotel habitual donde había pasado mas de una veintena de años, y nunca fue mío. Nada era mío. Era extraño. No quería querer hacerlo, pero quería no pararlo... Versos, en lo que dura un cigarro:


Realidades aplicadas a un concepto disperso,
con palabras prestadas y predicando a conversos,
¿y qué es eso que sentiste al decirte "pues eso"?
yo lo sé tu lo sabes, pero nadie dice nada al respecto,
muñeco, papel maché pintado y decorado,
que se moja con el sol y que se mete en los charcos,
aparco, y pienso en quien se mece en fiascos,
con la mirada de reo y con el credo de un puto borracho,
lo tacho, de títere inerte si no hay artífice,
ni cómplice ni vértice que lo solidifique, y finge,
secretos escondidos en la piel quemada de la esfinge,
permanece fiel con tez impasble,
mentón poblado, y pensamiento huracanado,
urracas vieron lo que brilla y no lo dorado,
y el cigarro, al cenicero y para ya que el hocico,
se te dispara buho... sin pedir permiso.


Y no tengo nada mas que decir al respecto.

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