viernes, 1 de noviembre de 2013

La puta panacea.

Ayer conocí a un escritor de verdad, luego a otro escritor de verdad, luego me fui a acostar.
¿Qué coño era escribir? ¿Para qué escribía?, o ¿Qué es un escritor?, eran cuestiones que me daban vueltas por la cabeza. Si fumas eres fumador, si tatúas eres tatuador, si pintas eres pintor, luego si escribes eres escritor. Sólo debería ser así, por eso tenía que hacer la diferencia "de verdad". Se ganaban la vida con ello, o eso supuse. Estoy a medio camino entre ser una zorra de cuidad o un moderno de pueblo, siempe a medio camino entre todas las cosas, entre épocas, entre grupos, etnias, edades... qué pereza. Yo escribo, suelto la mierda, pero no sé muy bien cómo, y aunque borracho te lo responda, en realidad tampoco sé por qué.


A medio galope, a medio polvo, medio muerto, medio tonto,
me dio por tomar un trago y tocar fondo,
y con medios suficientes para poco y cuerpo escombro,
lo mejor será no ser la rockstar en este insomnio, 
un diario de cabeza y corazón,
una huella en cuatro gatos, escribir es golpear en el mentón,
de un dios de madera y paja relajado en un sillón,
satisfecho de una obra que no pasa una inspección,
olor a mierda,
meados y colillas en la acera,
que se mezclan con la sístole y diástole de letras,
y las reacciones mas feas, la broza de dulcineas,
es lo que torna escribir, en la puta panacea.

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