lunes, 4 de noviembre de 2013

La ducha.

Alguien subió una foto de un viaje a algún lugar. Se les veía felices. Bajaba por la página y un antiguo amor tenía uno nuevo, y un buen amigo tenía un perro, y todo seguía girando en este mundo digital de ventanas a vidas ajenas. Esta mañana se ha girado una chica a mi paso, me ha sonreído y me ha dicho algo bonito. Nunca la volveré a ver. Hace algunos días me pidieron algo que no podía dar, me sentí mal, luego compré tabaco y café y pollo para cenar. La gente se había disfrazado en halloween, y se divertían, maldita sea son cosas obvias, a veces no sé a quién coño le cuento toda esta mierda. Al lío:


Una pastilla de jabón envasada con logotipo,
hilo dental y un peine en la bandeja del servicio,
¿Dónde está el glamour de todo ésto?
se quedó en facturación, o en la cola de embarque del aeropuerto.
Una vida entre andenes, y de vaivenes, 
ganas una hora, pierdes una hora, todo en este quién en quien en ciernes,
todos te suenan, todos son gente,
todos dan igual y nos sentimos diferentes...


Atrapado entre pasillo y ventanilla maté un libro,
que hablaba de un principio y de un final y de un camino,
y me rompí por dentro en pedacitos,
pensando en lo que dejo, en lo que espera, en lo que se viene conmigo,
tiritas para el alma y cigarrillos,
una escupidera de diseño para aguantar el destino,
y algo de dinero y unos vinos,
y algo de que hablar por no pensar y ver el sol de los domingos, 
y en la caja de lata del pecho,
que parecía estar ya hueco,
el eco de un sonido pasajero,
devolvió el funcionamiento de ese viejo compañero,
de sorpresa y con pudor, por error y por acierto...

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