Me miraste como no se mira a nadie, qué desvergüenza.
Me abrazabas y nos hacíamos carantoñas mucho antes de que pasara nada.
Te colgaste de mí, literalmente, y olías como debías oler,
sonreías como no debías sonreírme, me decías todo sin palabras,
y aún así nunca debiste.
Tú no eras la primera mujer de mi vida y yo no era el primer hombre al que besabas esa noche.
Pero tus sábanas eran como son las sábanas en sueños.
Como las sábanas, blancas, de las películas, tiradas en el suelo.
Me gustaban tus tobillos, tus muñecas, tus manos, y se nos daba bien hacer el amor mirándonos.
Mierda, cambié de bando, en el momento mas inoportuno,
con la mujer mas inoportuna,
y todo era un lío perfecto.
Estaba bien en esas sábanas blancas. No pensaba, no fingía,
estar bien está bien, y no se valora, joder.
Hoy, creo que me acostaré pronto, con una botella cerca, y un par de fotos que nunca enviaste,
y el beso de despedida que no tuvo lugar.
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