domingo, 10 de noviembre de 2013

Con carmín y con pistola



El plan era sencillo, la cuidad tan gris y el tiempo frío,
la noche de la gran manzana con gusanos y un pasillo,
que llevaba al bar mas sucio que conoce mis pisadas,
el tugurio de jazz de la joven joya, el Acid Palace,
bajé las escaleras,
la gabardina apesta y una mueca y tres toques en la puerta,
y unos ojos por detrás de la mirilla,
un saludo, un pisar a una colilla y un entrar a ese país de maravillas,
calor de bar, color de estar muriendo,
amor de bien pagar y un corazón de la canción de aquel momento,
y un sentir de estar allí justo en el sitio,
lugar para esconderse de lo limpio y disolver en bourbon todos mis delitos,
sonaba Miles y me paré en la barra,
-Ponme un "lo de siempre", pero es pronto así que pónmelo con agua,
que estoy con el estómago vacío,
y tengo que tomármelo con calma si pretendo seguir vivo-,
Y justo en el momento y el espacio,
la joven joya huyó de la trastienda, lágrimas, pistola en mano,
gritaba inconsolable tropezándose entre llantos,
-"nunca más van a volver a hacerme daño"-.
A veces el deber llama a tu puerta,
a veces tiene forma de mujer con unas formas tan perfectas,
que no pude evitar meter el brazo,
y recogerla al vuelo en su correr, cuéntame nena, que ha pasado,
-"ha pasado que he ganado"- dijo ella,
la música seguía y se calmó, cogió un cigarro, una botella,
-"¿me guardas un secreto?"- Te lo guardo,
-"Acabo de matar al diablo, sé que no he fallado
pero no me entenderán cuando lo cuente"-
-Lo que necesitamos es un puente, una manta y ser inteligentes.-
Nunca había visto tal belleza,
un ángel de papel dejando marcas de carmín en la cerveza,
y la certeza de que estaba allí por algo,
allí acabé mi copa y comenzamos el trabajo.
Tenía aparcado el coche en la salida,
el mal al maletero, ella a mi lado, dirección a la avenida,
y la calma entre los nervios se palpaba,
-Tú solo dame fuego y dejaremos que esta mierda se deshaga-,
y llegamos al destino deseado,
el puente de Brooklin guarda secretos como ningún abogado,
y después del golpe seco en el East River,
miré su dulce cara y tuve claro por qué hice lo que hice,
me besó sin pestañeos ni apartarme la mirada,
fue el último primer beso que me dieron, no me arrepentí de nada,
-¿Si te pido cada día de tu vida?,
 ¿si te digo que estoy loca, y además por tí, y ahora, me creerías?-
Te creeré, desde ahora, y para siempre,
Huyamos de esta vida, de esta historia, del pasado y de este puente.

Ya conocéis la historia de mi esposa,
la madre de mis hijos, una diosa con carmín y con pistola,
y esta cuidad es grande como el mundo,
y el mundo es un pañuelo y la vida son momentos todos juntos.

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