Alma de blues.
Cuerpo de tango.
Armas de mujer y yo sin proteger los flancos.
Hada de purpúrea aura, sílabas de encanto,
que sacan del letargo del sufrir por ver un porvenir sin llantos.
Y que el cambio está a la vuelta de la esquina, y ya huelo,
un cartel con purpurina y unas alas para no tocar el suelo,
y que me llevarán volando hasta pelo,
un bebé,
borracho de tu aroma, esclavo de tu aliento.
Desnudar, mi alma, y mirar tu ropa tirada en mi suelo,
sentir el tacto de tus dedos en mis terciopelos,
y sentirme dentro de algo tan hermoso,
que la piel se nos confunda entre las palmas de las manos en mis hombros.
Abre los ojos y búscame,
cógeme la mano y mira el miedo, se diluye en una taza de café,
y una causa un por qué,
y un cigarro y un te quiero y un nos vemos al siguiente atardecer,
un destino que nos quiere conocer,
y el regalo está al final de este camino, si no perdemos la fe.
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