Era un rumor en las aceras,
como un eco en el hueco de la escalera.
un perro que ladra a una puerta, y sólamente espera,
una mosca que se siente grande en un grano de arena,
o un gigante que se enfada al no tocar la luna llena.
Sístole y diástole en la caja de madera,
costillas de alambrada y grasa negra en las arterias,
que en la casa del reloj de la cabeza hay tuberías,
que atoradas con ponzoña escupen lineas corrosivas.
Pedacitos de papilas gustativas que se van con la saliva,
y ahora nada sabe a nada pero sangran las encías,
y se quiebra cada diente que rechina,
si relincha el potro negro del alivio que no alivia.
Y en las cuencas de los ojos las esferas lubricadas,
goteando rojo intenso, que después serán palabras,
sin parada en este tren de la distancia que es mas larga,
y hace surco en las mejillas castigadas.
Y unas garras desuñadas, de muñecas desnutridas,
aferrándose a la silla tras crujir de las rodillas,
pesadillas que en definitiva sólo son vividas,
hasta que un par de caricias traiga el mar de calma sorda a nuestra orilla.