No sé muy bien como comenzar esta historia... pero supongo que se lo debo a alguien, yo no lo pedí, ni tú, lector o lectora, pero quién lo pediría...
Angela tenía un trabajo, un pelo negro largo precioso y una madre preciosa que la quería, una madre, como la tuya, como la mía. Normal, precioso, limpio. Angela fue despedida y cayó en una leve depresión que duró hasta que encontró su nuevo trabajo, repartir cartas, en correos, repartir buenas y malas noticias con su pelo negro largo y precioso y su sonrisa blanca preciosa por todo el pueblo, una vida normal, preciosa, limpia. Una vida. Su madre iba y volvía de londres donde estaba el tío de angela, y siempre volvía con regalos para ella, unas gafas de sol de Candem, unas golosinas de Harrods, una sonrisa, un abrazo... una madre.
Desgraciadamente el nuevo trabajo de Angela no era tan bueno, cada día de su vida pasaba por las mismas esquinas, los mismos portales, los mismos intentos de atraco, los mismos intentos de violación, las mismas cartas, los mismos pies doloridos cada noche. Cuando no tenía dinero ni nada de valor, aquellos chicos la pegaban, insultaban, arrancaban mechones de ese precioso largo pelo negro que nunca jamás debían tocar, no lo merecían, ella no lo merecía, cada día... cada día.
Pasó el tiempo, cada día era mas fácil aguantarlo... Cada día mas leve, cada día mas normal, mas delgada, mas enferma, mas delgada, menos viva. Nunca había fumado ni bebido, ni hecho daño ni merecido un "cada día" como ese. Nunca. Pero era fuerte, y aguantó, y era fuerte, y lo soportó sin comer, sin beber, sin comer, sin fumar, mas delgada, mas enferma, menos viva.
Una mañana su madre, desayuno en mano, fue a despertarla. Ella no quería que Angela trabajase, pero Angela se empeñaba en aguantar, aguantar, aguantar. Aquella mañana su madre decidió despertarla tarde, que durmiese, que ese día, no fuese un día mas, que nunca fuese un día mas para su pequeña, que lo dejase todo, que fuera feliz, que no aguantase, que disfrutara.
Suavemente tocó la espalda de la joven para despertarla, suavemente, luego, fuerte, luego gritos, luego llanto, luego... nada. Sencillo, Angela no tuvo nunca mas un día malo, ni bueno, ni nada, y nunca se despertó. Angela, dormidita, preciosa, aún con pelo, largo precioso, negro, roto. Su madre, hasta hoy una desconocida para mí. Preciosa, pelo blanco, una sonrisa en la boca al contar su historia, pero no en los ojos, una madre, rota.
Ojalá fuera fruto de mi imaginación esta inmensa mierda. Ojalá fuera fruto de la imaginación de otro este mundo inmenso, MIERDA.
Buho Vegas.