Mis pantalones estaba rotos de las rodillas y manchados de sangre, miré mis rodillas, tiene sentido. pero no hay otros, haré de grunge en esta ocasión, aún se llevan, pensé. Aparté un par de botellas vacías y encontré los papeles empapados de ron y letras de aquella noche, había escrito, de alguna manera había escrito. Lo leí y no lo odiaba, debía no ser malo, los puse a secar en el alféizar de la ventana y volví al suelo, demasiado esfuerzo, qué pereza estar de pie, carajo! apagué el cigarro y me volví a dormir.
Me desperté con el ruido de la puerta abriéndose. Abrí los ojos y vi esos tacones negros de domina sado, sabía quien era. Subí la mirada poco a poco por esas largas piernas enfundadas en medias negras y llegué a un traje chaqueta gris perfectamente planchado. Yo ya no planchaba. Yo ya no nada de nada. Era preciosa, un ángel, mi ángel.
-Hola, cretino.
-Hola, ¿Cómo me has encontrado?
-Siempre te encuentro, ya lo sabes.
-Lo sé, y siempre vienes cuando sabes que te necesito.
-Así soy, bueno, así soy contigo, cretino.
-Así funcionamos, por lo que veo. Hago el imbécil, me voy me caigo, y cuando no puedo levantarme, ahí estás siempre tú. Y sí, soy un cretino, y tú estás preciosa, si muriera y volviera a nacer, sólo pediría la misma editora. Te amo.
-Bueno con el ritmo que llevas deja tu deseo escrito para la próxima vida. Y hablando de escritos, ¿Tienes algo para mí?
-Lo tengo todo para ti. Pero no sé como dártelo. Quizá en realidad no quiera, o no pueda. También hay unos folios en la ventana, son tuyos.
-No quieres, y yo he dejado de intentarlo. Me los quedo.
Me levantó de las manos y me miró a los ojos. Esa mirada rebotó en mi nuca y aun sigue dentro de mi cabeza. Me abrazó, la abracé. Lloramos.
-Gracias, de corazón, por encontrarme si me pierdo, y levantarme cuando me caigo. ¿Cuando caerás tú para que yo pueda hacer lo mismo por ti?
-Yo ya me he caído. Por eso te estoy abrazando, cretino.
Fin.
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