miércoles, 14 de noviembre de 2012

Basura blanca (Parte 2)

Miré a mi alrededor y intenté comprender dónde me encontraba. Era claramente una habitación de hotel. Había un cuadro sobre el cabecero de la cama, de un paisaje con un lago, con una gruesa capa de polvo, tan uniforme que podría pasar por el tono del mismo cuadro, qué asco. En el cabecero de la cama se podía leer grabado a navaja una frase que por desgracia era claramente mía; "Me echo de menos". A su alrededor también me había molestado en tallar como una decena de pollas, de todos los tamaños, qué coño haría anoche, no me acordaba de nada. Había un paquete de tabaco blanco roto y cigarros desparramados por todo el suelo, a veces tareas sencillas como abrir un paquete de tabaco se convierten en retos ante los que abdico influenciado por un estricto régimen de psicotrópicos, total, un drama. Me llevé a la boca uno y busqué fuego. Cerillas del hotel, ya sé dónde estoy, y eso es algo, encendí el cigarro. Estaba en Madrid, y eso siempre es buena señal.

Mis pantalones estaba rotos de las rodillas y manchados de sangre, miré mis rodillas, tiene sentido. pero no hay otros, haré de grunge en esta ocasión, aún se llevan, pensé. Aparté un par de botellas vacías y encontré los papeles empapados de ron y letras de aquella noche, había escrito, de alguna manera había escrito. Lo leí y no lo odiaba, debía no ser malo, los puse a secar en el alféizar de la ventana y volví al suelo, demasiado esfuerzo, qué pereza estar de pie, carajo! apagué el cigarro y me volví a dormir.

Me desperté con el ruido de la puerta abriéndose. Abrí los ojos y vi esos tacones negros de domina sado, sabía quien era. Subí la mirada poco a poco por esas largas piernas enfundadas en medias negras y llegué a un traje chaqueta gris perfectamente planchado. Yo ya no planchaba. Yo ya no nada de nada. Era preciosa, un ángel, mi ángel.

-Hola, cretino.
-Hola, ¿Cómo me has encontrado?
-Siempre te encuentro, ya lo sabes.
-Lo sé, y siempre vienes cuando sabes que te necesito.
-Así soy, bueno, así soy contigo, cretino.
-Así funcionamos, por lo que veo. Hago el imbécil, me voy me caigo, y cuando no puedo levantarme, ahí estás siempre tú. Y sí, soy un cretino, y tú estás preciosa, si muriera y volviera a nacer, sólo pediría la misma editora. Te amo.
-Bueno con el ritmo que llevas deja tu deseo escrito para la próxima vida. Y hablando de escritos, ¿Tienes algo para mí?
-Lo tengo todo para ti. Pero no sé como dártelo. Quizá en realidad no quiera, o no pueda. También hay unos folios en la ventana, son tuyos.
-No quieres, y yo he dejado de intentarlo. Me los quedo.

Me levantó de las manos y me miró a los ojos. Esa mirada rebotó en mi nuca y aun sigue dentro de mi cabeza. Me abrazó, la abracé. Lloramos.

-Gracias, de corazón, por encontrarme si me pierdo, y levantarme cuando me caigo. ¿Cuando caerás tú para que yo pueda hacer lo mismo por ti?
-Yo ya me he caído. Por eso te estoy abrazando, cretino.

Fin.

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