Me até a la perra al cinturón y cogí la guitarra. Siempre me había preguntado cómo acababa la gente tocando en la calle con sus mascotas, y ahí lo tenía. Hace unos meses no había guitarra y hacía unas horas tampoco había perra. No era mía. No sabía su nombre, pero yo la llamo perra Drama. Negra y flaca y con esos ojillos tristes impregnados del saber oculto de los perros. Yo soy de gatos. Busqué una púa en la cartera roída y allí la vi, lo mas bonito de Madrid, lo mas bonito a lo que había puesto la mano encima, para lo mejor y lo peor, Madrid, música, y un paseo por el pasado.
Una foto en blanco y negro de instantáneas de la época,
mirabas a otro lado y aun tenías cara de ser buena,
y ganas de apagar las penas,
callando a la conciencia,
jugar a la desobediencia con un par de aceites y unas velas,
y un blues oscuro para ti,
y un réquiem por lo nuestro, y un bolero por las calles de Madrid,
y un no quiero verte por aquí,
me quedo con recuerdos, que no duelen y no ensucian lo mejor de mí.
y un trago por el rock and roll,
por todo nuestro exceso, por el humo entre los besos de rincón,
y te llevo guardadita en mi cartera,
escondida entre mis notas, las guitarras y la perra,
te llevaste mis sudores, refugiado en tu trinchera,
y ahora nos quedan dolores, en barricas de madera.
y rescoldo de otra era,
musa de todo lo turbio,
tesoro de mi entretela,
bourbon y tabaco rubio,
y una imagen en papel,
y una piel para contarlo,
cuando tienes que crecer,
recordar es necesario.
Adiós perra Drama. Me desabroché el cinturón, cogí la guitarra, y a casa. Quizá debí habérmelo vuelto a abrochar. Buenas noches.
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