lunes, 16 de agosto de 2010

Minerva.

.Soñé despierto, o soñé dormir y desperté imaginando, pero lo ví. Debía leerse mas o menos así:


-Siempre quise enamorarme de un escritor.

-¿por qué un escritor?

-No sé explicarlo. Creo que vería la belleza en todo lo que existe, hasta en lo malo, me miraría y vería mi belleza. La escribiría y la expondría para que todo el mundo la apreciase. Me leería por las noches, leería en mi cara, y lo dibujaría con palabras. Suena romántico, ¿verdad?

-Supongo. Pero yo no soy escritor. Pero escribo, y te quiero.

-Que no seas escritor, hace que ames la escritura.

-Me temo que tu eres la escritora. Lees en mis ojos y escribes lo que ves, y lo escribes sin palabras. Los escritores, o los que escribimos, le ponemos palabras a emociones, pero tú le pones emoción a las palabras. Cualquier escritor, por amante de ese arte que sea, tiene la única meta de ponerle letras a lo indescriptible, supongo que ahí está el error. Puedo derramar palabras a cientos sobre tus ojos, y no decir ni una décima parte de qué se siente al despertar y ver como me miras.

-En eso te equivocas. Tú emocionas las palabras, y ellas te devuelven la emoción, y hacen reaccionar a las personas. Nunca dejes de escribir.

-Nunca dejaré de escribirte. ¿me pasas la coca cola?

-Claro pequeño. ¿un cigarro?

-Por supuesto.

1 comentario: