jueves, 10 de marzo de 2011

Nadie conoce a nadie

Cigarrilo en boca, aquel espalda curvada miraba con ojos pequeños al monitor iluminado. ¿Por qué escribir siempre acerca de uno mismo? Es sencillo, ¿a quién conoces? Nadie conoce a nadie, ni siquiera a uno mismo. Podemos arrascar un poco la superficie, intuír las reacciones, acortar el espectro de posibilidades, pero no; siempre habrá una cara oculta como en la puta luna, como en las monedas, como el lado feo de una nevera. Cómo nos miran es algo que no podemos evitar, una sonrisa, una pablabra, un instante, y entonces, tu nevera plateada tiene espalda, sabes que estaba ahi, pero pegada a la pared, y qué útiles son las paredes, ¿Verdad?

Es extraño si la paz impide toda rebelión,
Si la faz del enemigo te hace amigo del bufón,
Si el buzón de sugerencias ajeno es la vocación,
Yo me temo que metemos mano en todo es la cuestión,
Y el espalda curvada escuchando todo entre caladas,
Baladas de humo gris en las ventanas empañadas,
Bañadas las mañanas de alquitrán en las almohadas,
De una cama estrecha y hecha sin cuidado entre las sábanas,
Y vuela a ras de suelo un sueño gris y desconforme,
Con ser poco mas que un recuerdo escrito en un recorte,
El tiempo es aliado de los malos pensamientos,
Remedios temporales, parches para baches solo son remiendos,
Cagar comiendo, y salir corriendo,
Echar hielos a un vaso y disolver el desconcierto,
Echar al fuego el ego y el miedo y seguir el juego,
Dormir y despertar y ver que todo es soledad y un libro abierto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario