viernes, 4 de febrero de 2011

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No sabía bien cuando, pero sabía que había vacíado ya ese maldito cenicero, no sabía hacía cuanto... allí estaba yo en mitad de lo que debía ser mi refugio, ¿y dónde estaba mi maldito refugio ahora? ¿y mi paz? Mierda de voz en la cabeza que me turba y no me deja dormir, mierda de todo a veces, mierda de trabajo y mierda de tiempo libre, ¿qué hacer? Esperar o luchar, ¿escribir y gritarlo? Sabe Dios que escribo por no gritar, respiro hondo por no gritar, fumo por no gritar, y lo peor es que no grito porque no sabría que decir. Pero gritaría.

Cuando estás perdido en donde siempre pero nunca estuviste perdido,
solo queda mirar vacío, contar baldosas y esperar que no te llegue el frio,
y el precio del comercio con lo desagradecido, es grito,
dentro de la cabeza necia de este crío,
pero hoy no río, mañana dios dirá donde me llevará este lío,
si tiro del hilo y siempre hay bobina y me enredo entre ruido,
y desconfío, y quiero confíar pero me olvido,
que a veces hace falta una mano que coja tu cuello y te meta de nuevo al camino,
y haga que algo te importe un poco y te porte al sueño profundo de un loco,
y cómo no, hoy en la cama solo, y no sé que me pasa,
que cada vez me cuido mucho menos la carcasa,
y no sé donde está mi casa, y no sé donde nada,
y apenas sé cuando me pasa y como pasa nada,
y tocaré la almohada a ver si aclara,
y hasta mañana, o pasado o nunca, chorrada,
de lo que escriben a las mil de la mañana.

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