lunes, 19 de agosto de 2013

Jodidamente tarde.





PRIMERO AL PLAY Y LUEGO A LEER.




Nuestra generación. Es la generación del cambio, los últimos y los primeros. Nada en realidad, la generación de echar de menos. No habíamos pasado hambre ni hemos vivido una guerra, por lo que según parece no éramos duros. Teníamos internet pero no nacimos con ello, así que no terminamos de comprenderlo y aún recordamos lo que era la vida sin móviles. Éramos viejos para las facilidades digitales, y jóvenes para los encantos analógicos. Éramos nada, llegamos en mal momento. Pronto para ser progre, y tarde para ser conservador, al fin y al cabo, ¿Qué íbamos a conservar, si nada de lo que habíamos vivido era puro?

Janis Joplin, los Rolling, Jimmy Hendrix, Kurt Kobain.... joder vimos morir a Michael Jackson sin haberle visto vivir. Lo mejor ya estaba inventado, y lo peor aún por inventar, pero nada al cien por cien, nada. Tarde para Pulp Fiction, tarde para coger a Bukowski aún vivo. Y sólo podíamos intentar transportarnos a esos mundos reproducidos una y otra vez antes de nuestra llegada. Esos mundos sobados y ya casi carentes de alma intentando volver a su encanto viendo Casi famosos. 

Lo nuevo ya era demasiado nuevo. Y cuando queríamos volver a lo clásico con ilusión, encontrábamos a alguien que ya lo había vivido y nos decía cuánto nos habíamos perdido. Éramos niños viejos en una cruzada infinita contra nuestro tiempo. Una cruzada sin ayuda del presente. Y sin embargo...


Llegamos a tiempo para la música electrónica variada, la fusión tras fusión y la desinvención musical. Llegamos a tiempo para la explosión de drogas de diseño en cada rincón de cada discoteca de cada urbe. Llegamos a fumar en un bar lo justo para poder echarlo de menos. Llegamos a follar y reír un poco antes de bajar a la realidad de la almohada, la falta de puto afecto real aplastada por letras en movimiento en una pantalla. Letras como éstas. Ésto nos emociona. Somos la generación del porno accesible y depravado, la liberación de los sótanos del ser humano. No hemos visto la bola de cristal. Ni barrio sésamo. Cuando queríamos medirnos los bigotes con mayores no valíamos porque no lo habíamos vivido, y para los mas jóvenes era aún peor. ¿Qué podíamos decir que se habían perdido? ¿La velocidad de 56k de línea y el ruido del módem en el teléfono? Nos habían apaleado en las plazas, pero no tan duro como a nuestros padres. Y no tan fuerte como a nuestros hijos, si tenemos suerte. Si no la tenemos, serán mas productos del sistema que les dejamos en herencia. Nuestra generación.

Somos los que echan de menos algo que no han tocado ni sentido en carnes. Los que añoran tiempos que no respiraron. Los desheredados y resentidos hijos de poco y padres de menos. Somos los hermanos medianos. Los olvidados.

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