viernes, 12 de julio de 2013

Hemingway era idiota.

La verdad, la auténtica verdad del todo. Tantos lo han intentado y hay tantas verdades en tantas vidas que apesta la manera en que las personas tratan de contarla, o inculcártela. No sé quien pelotas fue, podría buscarlo, pero paso, quien dijo "Dime y olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo." Quien dijera eso debía haber fallado muchas veces. Volvían a ser las tres de la madrugada, últimamente siempre son las tres de la madrugada, y hace una noche increíble. Por desgracia una noche sin luna. Paulo Cohelo me debe 8 euros por "El alquimista", jodido come tarros beato, casi me engaña con "Veronika decide morir. Últimamente no me creo mucho el optimismo, el mundo está bien jodido y todos nuestros tiernos culos están en pompa para recibir lo inevitable. Solo el amor puede salvarnos queridos amigos. Y no hablo del amor romántico, que también, ni del amor a un Dios que obviamente nos ha soltado aquí para ver cómo coño nos vamos todos al carajo, hablo del amor por el de al lado. Maldita sea, ceder el sitio a un viejo en el metro, sujetar la puerta el que viene detrás, escuchar, ayudarse. Yo amo las palabras, y de vez en cuando ellas me dejan tontear dando un mordisco a un verso o pudiendo rajarme de arriba a abajo y escupir aquí lo que me pasa por la cabeza, es un dolor precioso, así debe ser un parto, acabo agotado. Pero yo apenas tengo nada ya, no tengo elección.


Era una noche sin luna como cualquiera, 
una noche sin un ángel, sin sueño, sin mi guerrera,
una noche de mosquitos que se llevan lo que queda,
de una noche que me entrega a divagar por no mirar lo que hay ahí fuera,
recuerdo hacerlo lento entre cojines en un sueño,
despertar en el tormento del desvelo de lo cierto,
en el suelo de cemento de una casa en los cimientos,
que el sagrado corazón de dios impide hacer verdad lo que deseo,
y no es secreto,
el mundo está muriendo por momentos,
pidiendo algo de vida entre lamentos, 
una gota en el desierto, 
que se ahoga entre las dunas del infierno,
de una espera contra el destino y el tiempo.
Y de repente se ha convertido en mañana,
los pajaros cantando en la ventana como si esto no apestara,
y fingir estar contento con la vida que me amarga,
será fácil, otro día entre las máscaras doradas, realidades aplicadas.


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