- Nada, ¿Por?
- Por nada, no me cuentes...
- No hay nada que contar, a veces, sencillamente no pasa nada, ni el tiempo, ni nada, solo la nada. Eso ha pasado.
- Entonces sí que ha pasado algo.
- ¿El qué?
- Eso, nada.
- Gracias.
Quiero que me quiten el cigarro de la boca,
el vaso de la mano y el burdel de personajes que no importan,
el ballet de esposos y de esposas,
y la necesidad del espectáculo, aplausos como a focas,
y los focos y las notas que te evocan,
la canción del corazón de vidas locas si los labios se entretocan,
y después del beso de tu despedida,
será como papel a magdalena despegarme en tu saliva,
como un velcro entre la seda de un recuerdo que me olvida,
el placer de perecer tus costillas,
quererte sin comillas,
quererme como a un niño que se evade en lo que brilla,
mirarme como en una fantasía,
como el sueño de un enfermo que delira,
y si fuera emperador del reino de lo que deseas,
desearía ser lo menos parecido a lo que fuera,
tomarnos un café leyendo todas las esquelas,
de la muerte de las dudas, de los miedos, de los llantos y las guerras.
Buenas noches.
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