miércoles, 5 de marzo de 2014

Justo.

Tocaba una guitarra relativamente cara y fumaba puros. Había dejado de afeitarme y cortarme las uñas, me había pasado al vino, y dormía en bloques dispares de cuatro o cinco horas, conocía la verdad de las cosas. Somos islas. Y odiamos la naturaleza casual de todas las cosas.Somos islas, y en medio la inmensidad del mar.

Quemo todo lo que toco y arde solo con mirarlo,
rajo páginas y esbozos, rompo y vuelvo a mi letargo,
pago el precio del cansancio,
por buscar una salida,
por saltarme los convenios de la lista,
y todo huele a despedida,
 todo sabe amargo cuando me levanto,
voy con un ojo cerrado al baño tosiendo un cigarro,
miro a mi alrededor y tengo una casa vacía,
y después de miccionar vuelvo a la cama  a soñar tinta.
Un pájaro en la mano a una bandada,
que vuela con noventa y nueve más haciendo un ciento que se escapa, 
una cornisa con nuestras pisadas,
oyendo un aleteo de sonrisas y un graznar entre parábolas,
sé que vuelta atrás es la que quieren esos pollos,
pero estoy en un sentido único de no retorno,
justo en medio del camino, de este puente de madera,
con la vista hacia delante, la manta y la carretera.

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