De absoluto punto en poca, punta en blanco en la cocina,
con las manos en harina, se preparó el desayuno,
huevos fritos y patatas y caseras las tortitas,
sirope de chocolate y de postre el mejor puro,
salió tranquila a la calle, mirando el azul del cielo,
sus guantes de terciopelo hacían juego con el gorro,
entro despacio en el banco, tosió el olor del dinero,
sonrió mientras firmaba, sacó todos sus ahorros,
paseó viendo los corros de niños en el recreo,
a través del enrejado carcelario de colegios,
que necios, y que de precios, nada nunca vale tanto,
el canto de la sirena, metió en redil a los párbulos,
cruzó la calle prudente, entró a la peluquería,
las chicas se sonreían, se contaban el día a día,
se tiñó las pocas canas, se dió un pequeño masaje,
preparada en su viaje, cada vez tenía mas ganas,
y cruzó de vuelta a casa, dejó una buena propina,
siempre le gustó dejarla, pero a veces no podía,
y subió las escaleras con zapatos de tacón,
con la clase de una reina hasta el último escalón,
cerró la puerta con llave, no quiso ser molestada,
necesitaba su tiempo, hacer vida en su morada,
se retocó el maquillaje, uñas, ya no falta nada,
ilusionada y curiosa se dirigió a su terraza,
se quitó allí los zapatos, metió dentro su dinero,
se subió a la barandilla, y saltó desde un noveno.
Fin.
con las manos en harina, se preparó el desayuno,
huevos fritos y patatas y caseras las tortitas,
sirope de chocolate y de postre el mejor puro,
salió tranquila a la calle, mirando el azul del cielo,
sus guantes de terciopelo hacían juego con el gorro,
entro despacio en el banco, tosió el olor del dinero,
sonrió mientras firmaba, sacó todos sus ahorros,
paseó viendo los corros de niños en el recreo,
a través del enrejado carcelario de colegios,
que necios, y que de precios, nada nunca vale tanto,
el canto de la sirena, metió en redil a los párbulos,
cruzó la calle prudente, entró a la peluquería,
las chicas se sonreían, se contaban el día a día,
se tiñó las pocas canas, se dió un pequeño masaje,
preparada en su viaje, cada vez tenía mas ganas,
y cruzó de vuelta a casa, dejó una buena propina,
siempre le gustó dejarla, pero a veces no podía,
y subió las escaleras con zapatos de tacón,
con la clase de una reina hasta el último escalón,
cerró la puerta con llave, no quiso ser molestada,
necesitaba su tiempo, hacer vida en su morada,
se retocó el maquillaje, uñas, ya no falta nada,
ilusionada y curiosa se dirigió a su terraza,
se quitó allí los zapatos, metió dentro su dinero,
se subió a la barandilla, y saltó desde un noveno.
Fin.